GALENDE (POEMA-RÍO 2009)

I


Largos trazos de pavesa verticales
                                                        listaban el silencio
que era sonar de un bronce
llamado agua, de un verde
lento, un aceite frío que había
recogido las palabras del pueblo
rondándolas sin frase, corazón abajo

como un último palacio de cristal

aquel tú y yo, a la par, con sus tramos
de nudosidad y de calenda
de desazón pura, como araña
a la que llamaban mano por la mesa, frente
sobre la mano, entresién y entredientes

agudos como siempres de pino

a horcajadas, el abrazo a sí mismo.

                               Abierta la boca, la tumefacción
del grito, el grumo hacia dentro
la vida, en su cuajo preciso
de imagen, el rostro que hierve
cuando lo niega

el frío de un cuchillo en la carne de llegará
lento y espeso vino
el negro nombre, garganta abajo
por los relentes.

                            Una y otra vez, amachambrado,
lo dorado en círculo de inferno no es sino
rosca de Alighieri una y otra
y otra vez el lento,
espeso vino, con la bies más negra
rebosa en el tacto,
sigue bajo lengua, diciendo lo que viene

aparta de ti tu rostro, con las manos

(las que lo han abierto, que te sostengan)


II

Desde la corrupción del rocío
también llega el despertar,
lentos fragmentos se arrebujan
en la o inmóvil de la boca;
tierra de nadie las yemas
temblor de un pájaro que desaparece
en la restitución
                             frío–
                             mesa–
blanco y azul crudos. La tersura
del brazo y el relieve de vena –reconoces,
las formas retornan.

Se discierne en la criba la pepita de azufre de un dolor

La flauta de espina dorsal, tras el grito de Pan
suena

con tu

nomen


III

Qué están rompiendo los pasos –con cuidado
seguimos el acero de la barra
en la horizontal que dicta el río
que pasa bajo las puentes arrostrando

pequeñas sombras vivas.

Hay un dictado entre las dos bocas –“No”,
“Si”, “Luego” “Por la tarde”: no acogen
palabras sino limadura en el frío,
goznes que se afanan en lo entumecido de algo

que se ha dicho otra vez,

Que se tendrá que volver a decir

                                                       Seguimos algo más –paramos, como sordos
por la brevedad del quebrar
multiplicado –el frío entonces cintas
de cristal en derredor nuestro –el agua
dura torna en ciertos tramos –retenida en el junquero*,
por ejemplo, piedra en el aparte –espejo
alrededor de la piedra
                                    más dura que nosotros
que somos sólo ojos
entre ramas que mugen lo que cuentan.

Por un momento pienso y sé que piensas
 
                                                                      –Atrapados