Mirábamos el osario al pie del mirador sobre el embalse
Levantado y casi arrancado por las raíces de pino
Los huesos que habían sido ahora evanescían en la noche
Que llegaba despacio en los azules como pequeñas réplicas del espejo lunar
Y que también parecían ir absorbiendo la luz que le quedaba al pantano
Huesos limpios ya de la carne del galgo cuyo cuerpo nuestro amor
Noche a noche había bajado a mirar durante todo el verano
Con sus dos pares de ojos y su preciosa boca unida
Llena de lenguas calientes